La Edad Media by Robert Fossier

La Edad Media by Robert Fossier

autor:Robert Fossier [Fossier, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1981-12-31T16:00:00+00:00


¿Para qué clientela se produce?

El papel del lujo resulta, evidentemente, esencial en la elaboración y difusión de estos artesanados: lujo de pobres en el caso de las cerámicas de brillo metálico o en el de los falsos verdes celedones, lujo costoso, en cambio, en las artes que utilizan materias primas raras y preciosas: marfil, oro y plata de joyeros y tejedores de brocados, perlas y coral utilizados por los bordadores de tapices, lana de mar del biso tejida en una tela de colores cambiantes (que fue pronto imitada utilizando tintes menos costosos) y tintes importados desde países muy lejanos (brasil de la India, laca, goma arábiga). La búsqueda de los productos menos corrientes explica los precios asombrosos que citan los autores: 50 000 dinares por una pieza de brocado de la madre de Hárün al-Rashid, 1000 dinares por la vestimenta del mismo tejido del médico de al-Mamün, 400 dinares por el manto del jurisconsulto Abü Hanifa, que la polémica opone al valor, más que modesto, de 5 dirhemes de la ropa de Ibn Hanbal. La función de reserva explica asimismo la acumulación de productos artesanales en los armarios de los miembros de la élite, como los 200 pares de pantalones de seda del jurista Abü Yüsuf y, sobre todo, del príncipe. Las colecciones colosales de los palacios ‘abbásíes no son, de acuerdo con las cifras que se citan, utilizables en realidad y ni siquiera suponen una auténtica reserva valiosa, ya que solo son parcialmente negociables: se trata, en realidad, de un simple símbolo.

La reserva califal se renueva gracias a los talleres oficiales del tiráz. Su función es proporcionar continuamente regalos, en especial vestidos honoríficos (jila!) que se distribuyen a funcionarios y cortesanos y que las embajadas llevan a los príncipes extranjeros. Esta organización de la producción textil del Estado, que conocemos mejor en el Egipto fatimí que en el imperio ‘abbási, tiene dos vertientes: en el palacio califal y en el de los emires de las provincias existen sastres que preparan los vestidos honoríficos; en otros centros textiles que, dada su especialidad, tienen una fama particular hay talleres descentralizados o, mejor, marcos administrativos dirigidos por el «señor del tiráz», con capacidad jurídica para movilizar a los artesanos a cambio de una remuneración justa. El taller califal no es una manufactura sino una administración. En cada centro existe una residencia-almacén que, en el caso del tiráz egipcio, es un vínculo simbolizado por la barca nilótica del «señor» que recoge los productos y procede a verificar el funcionamiento de su máquina administrativa. El estatuto eminente de este alto funcionario queda subrayado por su presencia en las ceremonias califales, en las que presenta los vestidos reservados al príncipe de los creyentes.

El tiráz (una palabra persa que significa «bordado») forma parte en realidad de los derechos exclusivos de la majestad soberana, al igual que la oración y la moneda. En efecto, en los tres casos se exalta el nombre del príncipe: el tiráz es una banda de tejido en el que aparece su aláma, su divisa, bordada en oro o en color.



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